TEA. NUEVOS CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DEL DSM-5
Os dejamos un post de la nueva definición del DSM-V sobre AUTISMO y las diferencias con el DSM-IV
La clasificación, según el DSM V, del autismo
quedaría de la siguiente manera:
DSM V
TRASTORNOS DEL
NEURODESARROLLO
Discapacidad Intelectual
Trastorno del Espectro
del Autismo
Trastorno por déficit de
la atención con hiperactividad
Trastornos motores
Trastorno específico del
aprendizaje
Trastorno de la
comunicación
Trastornos alimentarios y
de la ingestión de alimentos
Trastornos de la excreción
Otros trastornos del
desarrollo neurológico
Los siguientes trastornos, existentes en el
DSM IV-TR: Trastorno autista, Síndrome de
Asperger, Trastorno desintegrativo infantil y
el Trastorno generalizado del desarrollo,
desaparecen en la quinta versión y quedan
todos unificados bajo la nomenclatura de
Trastorno del Espectro Autista (T.E.A.). El
Síndrome de Rett no se consideraría un TEA
Este trastorno se enfoca desde una
perspectiva dimensional, matizado por criterios
clínicos de severidad:
- Severidad de síntomas
- Capacidad intelectual
-
Nivel de lenguaje
Según los nuevos descubrimientos científicos nos van
permitiendo comprender mejor el autismo, los criterios diagnósticos del autismo
deben ser continuamente revisados. El año pasado, la nueva clasificación de los
trastornos autistas del último Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos
Mentales (DSM-5) suscitó mucho debate. En este artículo, el Dr. Giacomo Vivanti
y la Dra. Donata Pagetti Vivanti explican en qué consisten estos cambios y lo
que significan.
El DSM-5 es la quinta edición del Diagnostic and
Statistic Manual of Mental Disorders (Manual Diagnóstico y Estadístico de
Trastornos Mentales), publicado por la American Psychiatric Association.
El DSM es una clasificación de trastornos mentales que sirve de referencia a
numerosos profesionales de la salud para el establecimiento de un diagnóstico.
Además, el DSM se utiliza para la investigación y para establecer estadísticas
de salud pública. El DSM es un de los dos manuales más utilizados en el mundo
para la clasificación de los trastornos mentales (el otro manual es el International
Classification os Diseases [ICD-10] de la Organización Mundial de la
Salud).
Los cambios incorporados en la quinta edición del DSM
(el DSM-5) han eliminado criterios diagnósticos utilizados desde hace décadas
para el diagnóstico del autismo y de los trastornos asociados. Clasificado en
un principio bajo el término “esquizofrenia infantil” en la primera edición de
1952, el concepto diagnóstico del autismo ha visto modificada su definición en
cada nueva edición del DSM. Cada una de estas actualizaciones ha sido objeto de
controversia y los últimos cambios introducidos en la quinta edición de mayo de
2013 no son una excepción.
Las principales diferencias entre el DSM-5 y el DSM-IV
1. Definición del autismo
El DSM-IV, publicado en 1994, definía el autismo y sus
trastornos asociados como “trastornos generalizados del desarrollo” (TGD). En
el DSM-5, esta definición ha sido sustituida por el término “trastornos del
espectro autista” (TEA), que han sido incluidos a su vez dentro de una
categoría más amplia de “trastornos del neurodesarrollo”.
2. Los subtipos del autismo
En el DSM-IV, la categoría de los trastornos
generalizados del desarrollo comportan cinco subtipos de autismo: el trastorno
autista, el síndrome de Asperger, el trastorno desintegrativo infantil, el
trastorno generalizado del desarrollo no especificado (TGD no especificado) y
el síndrome de Rett.
El DSM-5 ha sustituido cuatro de estos subtipos
(trastorno autista, síndrome de Asperger, trastorno desintegrativo infantil y
TGD no especificado) por la categoría general “trastornos del espectro autista”
(TEA). El síndrome de Rett ya no forma parte de este sistema de clasificación.
En lugar de hacer distinción entre estos subtipos, la definición diagnóstica
del DSM-5 especifica tres niveles de gravedad en los síntomas, así como el
nivel de apoyo necesario.
3. Síntomas clínicos
La definición diagnóstica del autismo en el DSM-IV se
caracterizaba por 3 síntomas de base (tríada):
a. deficiencias en la reciprocidad social
b. deficiencias en el lenguaje o en la comunicación
c. repertorio de intereses y actividades restringido y
repetitivo.
En el DSM-5, sólo quedan dos categorías de síntomas:
a. “deficiencias en la comunicación social” (los
problemas sociales y de comunicación se combinan)
b. “comportamientos restringidos y repetitivos”.
Las categorías de síntomas “deficiencias en la
comunicación social” y “comportamientos restringidos y repetitivos” recogen los
mismos elementos que en el DSM-IV, a excepción de dos cambios importantes:
a. Las “deficiencias o retraso en el
leguaje” ya no se incluyen en esta categoría de síntomas del DSM-5.
b. El síntoma clínico “sensibilidad
inusual a los estímulos sensoriales”, que no aparecía en el DSM-IV, se
incorpora ahora a la categoría “comportamientos repetitivos”.
4. Aparición del autismo
Otro cambio es la sustitución del criterio diagnóstico
del DSM-IV que indica que los síntomas del autismo debían aparecer antes de los
36 meses de edad por la siguiente definición, más “abierta”: “Los síntomas
deben estar presentes desde la infancia temprana, aunque pueden no manifestarse
plenamente hasta que la limitación de las capacidades impide la respuesta a las
exigencias sociales”.
5. Diagnóstico diferencial
El DSM-5 introduce una nueva etiqueta diagnóstica
dentro de la categoría “deficiencias en el lenguaje”: “los trastornos de la
comunicación social”. Los criterios diagnósticos de esta subcategoría solapan
en parte con los del TEA; de modo que los niños diagnosticados con un trastorno
de la comunicación social tienen una “deficiencia pragmática”, así como un
problema de “utilización social de la comunicación verbal y no verbal”. Sin
embargo, la presencia adicional de intereses obsesivos y de comportamientos
repetitivos excluye la posibilidad de un diagnóstico de trastorno de la
comunicación social. Por lo tanto, la presencia de comportamientos repetitivos
es esencial en el establecimiento de un diagnóstico diferencial de autismo.
Justificación de los cambios
Los cambios incluidos en el DSM-5 se apoyan en la
investigación. La supresión de los diferentes subtipos diagnósticos del TGD del
DSM-IV se basa en estudios que muestran que:
a. la
distinción existente entre los subtipos del DSM-IV varía al cabo del tiempo
b. la
aplicación de subtipos diagnósticos puede variar en función del entorno donde
se realice el diagnóstico (por ejemplo, el mismo niño podría ser diagnosticado
con síndrome de Asperger en un entorno y con trastorno autista en otro)
c. las
diferencias en las competencias sociales y cognitivas entre los subgrupos se
definen mejor en términos de continuum que en subtipos diferenciados
d. existen
pocas pruebas de diferencias marcadas entre el riesgo genético de las personas
afectadas por un trastorno autista y las personas que tienen síndrome de
Asperger (por ejemplo, estudios basados en hermanos y hermanas de niños con
autismo muestran que la prevalencia del trastorno autista y del síndrome de
Asperger en los hermanos era aproximadamente la misma). De la misma forma, las
conclusiones de las investigaciones biológicas (por ejemplo, mediante
biomarcadores, imagen funcional cerebral y tests de seguimiento visual) aportan
pocas pruebas de una diferencia real entre el riesgo genético para las personas
que tienen una u otra condición.
La importancia concedida a la presencia de
comportamientos repetitivos y la eliminación de los criterios de lenguaje se
basan en estudios recientes que muestran que:
a. los
comportamientos repetitivos, en los que se incluyen la respuestas sensoriales
inusuales, aparecen tempranamente en el desarrollo de un niño con autismo
b. contrariamente
a las dificultades en el lenguaje, los comportamientos repetitivos forman parte
de criterios distintivos del autismo.
Finalmente, una nueva categoría diagnóstica de
trastornos de la comunicación social ha sido incorporada al DSM-5, ya que
algunos niños pueden presentar déficits en la utilización social de la
comunicación sin presentar comportamientos restringidos o repetitivos, tal como
recoge Rapin & Allen, 1983[i].
Críticas al DSM-5
Investigadores y grupos de representación han mostrado
cierta preocupación en cuanto al impacto de estos cambios en el ámbito clínico,
cultural e investigador. La crítica más frecuente a la definición del TEA en el
DSM-5 es la estrechez de los nuevos criterios, con lo que se corre el riesgo de
excluir a algunas personas del diagnóstico de autismo y, en consecuencia, que
no tengan acceso a los servicios que necesitan.
Varios estudios parecen confirmar estas
preocupaciones. Algunos[ii]
han demostrado que un porcentaje significativo (10-40 por ciento) de personas
que respondían a los criterios del DSM-IV para el diagnóstico de autismo ya no
responden a los nuevos criterios del DSM-5.
Otras críticas comunes se hacen a la introducción de
un nuevo diagnóstico de trastorno de la comunicación social. No se sabe
claramente hasta qué punto este diagnóstico está ligado al del autismo. Al
tratarse de un nuevo diagnóstico, persisten dudas en cuanto a su utilidad
práctica en términos de estrategias de tratamiento y en cuanto a saber si las
personas diagnosticadas con este trastorno podrán tener acceso a los servicios
adaptados a su trastorno.
Las asociaciones de autorrepresentación afirman que la
introducción del síndrome de Asperger en la categoría de los trastornos del
espectro autista sin distinción alguna socava la identidad de las personas
afectadas por este síndrome. Sin embargo, la visión adoptada en el DSM-5, que
consiste en clasificar los trastornos del espectro autista en función del nivel
de apoyo que necesitan, se corresponde mejor con la visión basada en los
derechos de la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas
con Discapacidad (CNUDPD). La CNUDPD considera que la discapacidad es –y debe
ser considerada como tal- variada. La dignidad y el valor intrínseco de cada
ser humano deben estar plenamente reconocidos, sea cual sea la gravedad de la
discapacidad. Por consiguiente, un diagnóstico o un sub-diagnóstico no puede en
ningún caso servir de fundamento para la identidad de una persona o de un grupo
de personas. Paralelamente, en esa definición, la CNUDPD considera que ninguna
persona debería ser considerada como discapacitada contra su voluntad.
Finalmente, clasificar el síndrome de Asperger como un
subtipo específico del autismo conlleva también un gran riesgo para las
personas Asperger; el riesgo de perder el acceso a un apoyo y a unos servicios
que necesitan, principalmente si tenemos en cuenta la creencia, aún ampliamente
extendida, de que las personas afectadas por el síndrome de Asperger son
genios.
Conclusión
Los cambios introducidos en el DSM-5 se basan en la
evidencia científica más que en los motivos políticos o de presión. Sin
embargo, el nuevo sistema de clasificación despierta ciertas preocupaciones,
especialmente en cuanto al riesgo de que algunas personas ya no respondan a los
criterios diagnósticos del autismo.
Por esta razón, es imprescindible que la comunidad
científica estudie el impacto de los cambios del DSM-5 sobre el terreno y que
los responsables políticos se aseguren de que la introducción de los nuevos
criterios no implique cambios en las políticas de cobertura en materia de
servicios de apoyo, cambios que impedirían a las personas con autismo tener
acceso a ellos.
Para saber más sobre el DSM-5 (en español): o www.dsm5.org ( en inglés)
[i] Rapin, I.,
& Allen, D. (1983). Developmental language disorders: nosologic
considerations. In U. Kirk (Ed.), Neuropsychology of language, reading, and
spelling, pp. 155–184. New York: Academic Press.
[ii] Vivanti, G.,
Hudry, K., Trembath, D., Barbaro, J., Richdale, A.,
Dissanayake, C. (2013). Towards the DSM 5 Criteria for Autism:
Clinical, Cultural and Research Implications. Australian
Psychologist, 48, pp.258-261; Volkmar FR, Reichow B
(2013). Autism in DSM-5: Progress and challenges. Molecular Autism, 4: 13.
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